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  • Foto del escritorSebastián Arenas Alvarez-Calderón

PREHELÉNICO


Este periodo se denomina así por ser el antecesor a la Grecia clásica, que en la antigüedad se conocía como la "Hélade" y que abarcaba su actual área continental, la península del Peloponeso, la isla de Creta y el archipiélago de las Cícladas. Dentro de este espacio de tiempo, son dos las culturas que resaltan: la minoica y la micénica. La segunda es conocida por su protagonismo en los poemas épicos de Homero; en la Ilíada el rey de Micenas, Agamenón, se va a la guerra contra Troya luego de que el príncipe de esta ciudad haya robado a Helena, su cuñada; y en la Odisea, diez años después de le guerra, el hijo del héroe de Ítaca sale en busca de su padre y viaja a Pilos y Esparta, tierra de Menelao y su ya mencionada esposa Helena.


Pero son los primeros los que ocupan nuestra atención hoy. La civilización minoica se desarrolló en la gran isla de Creta -al sur de Grecia-, por lo que gozaba de un enorme dominio del mar y por lo que -a diferencia de sus posteriores conquistadores, los micénicos- no se tomaban la molestia de construir elevadas fortalezas protegidas por enormes muros ciclópeos. Ellos mas bien, construyeron un palacio laberíntico capaz de encerrar al mítico minotauro, dentro del cual se encontró el siguiente fresco.


Taurocatapsia (c. 1,400 a.C.)


Más conocido como "el salto del toro" o incluso como "el fresco del torero", esta pintura es una de las tantas que decoraban los muros del palacio de Cnossos. Su valor no solo está en la belleza de sus formas y colores, sino también en la importancia de la escena que representa. Dicho palacio estaba distribuido en torno a un patio central donde se llevaban a cabo estas ceremonias de paso a la adultez, que implicaba jugarse la vida y literalmente saltar un toro. Al mejor estilo de los forcados portugueses contemporáneos, los jóvenes debían esperar ansiosamente la embestida del burel, impulsarse de sus pitones y dándose un mortal en el aire, aterrizar sobre sus cuartos traseros grácilmente. Este ritual, como el asirio con los leones, era más que una simple práctica deportiva; estaba enraizado en el fuerte culto al toro de esta cultura que no explica su arquitectura sin la existencia de este animal. De hecho cuando Telémaco llegue a la orilla de Pilos, será testigo de una hecatombe; es decir, un enorme sacrificio de decenas de toros en favor de sus dioses. Lo que vemos en esta obra -medio original y medio restaurada- es una escena compuesta por tres personajes, en tres momentos distintos como si se tratara de los cuadros por segundo de una película; dos blancas mujeres a los extremos -primer y último acto- y un hombre oscuro en taparrabos y con el pelo suelto en el meollo del asunto, saltando sobre un enorme y bravo toro sobre un fondo celeste abstracto, decorado con un marco de hermosas piedras multicolores.



Para mayor información visita la página oficial del Museo Arqueológico de Heraclión 👇 

https://heraklionmuseum.gr/language/en/the-bull-leaping-fresco/?lang=en

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