Sebastián Arenas Alvarez-Calderón
ROMANO
Cuenta Virgilio (19 a.C.) que Eneas (s. XIII a.C.) huyó de Troya por la guerra y fue a parar a Lacio -una región colonizada por los griegos y bautizada como la Magna Grecia- donde fundó un reino. Una de sus descendientes tuvo dos hijos fruto de su relación con Marte: Rómulo y Remo. Pero un tío de esta que había usurpado el poder, motivado por el miedo a perderlo, ordena abandonarlos en una cesta en el río Tíber a lo Moisés. Ellos no mueren, mas bien encallan y son adoptados por una loba que los alimenta hasta que crecen, asesinan al rey ilegítimo y fundan Roma. Ahora, históricamente resulta que los etruscos terminan por dominar a los latinos y en el año 509 a.C. se lleva a cabo una rebelión que pone fin a la monarquía e inaugura la república. Cinco siglos más tarde otra guerra civil se desata y se vuelve de la democracia a la dictadura, esta vez con Julio César, padre adoptivo de Augusto, el primer emperador de Roma y el sujeto de nuestra obra.
Trajano va a ser el emperador que más lejos llevó las fronteras de su territorio, Adriano el autor del Panteón, Vespasiano el del Anfiteatro Flavio (más conocido como el Coliseo), Septimio Severo es el primer emperador de origen africano y el fundador de la última gran dinastía, Constantino el que legalizó el cristianismo y mudó la capital a la actual Estambul, Teodosio el último en unificar el imperio y el que hizo del cristianismo su religión oficial y Rómulo Augusto el último en caer -al menos en Occidente- cuando todavía era solo un niño. Pero si algo tienen en común todos estos señores, es que todos admiraron y quisieron asociarse a Augusto, el que “en Roma encontró una urbe de ladrillo y la dejó como una ciudad de mármol.”

Augusto de Prima Porta (s. I d.C.)
Uno de sus mayores éxitos como emperador fue lo que se conoce como la Pax Romana; se trata de un periodo de bonanza del imperio en el que luego de asegurar sus fronteras, gozó de cierta estabilidad hacia el interior del mismo. Va a estar tan orgulloso de este logro que va a construir un altar dedicado a el llamado el Ara Pacis. Paréntesis. Si tienen la oportunidad de ir a Roma, no dejen de ir a verlo, es una maravilla de la antigüedad cobijada por una excelente -y polémica- obra de arquitectura contemporánea. Quizás el mayor hito que aseguró esta paz fue su victoria contra los partos, una población mesopotámica que les había hecho la vida imposible. Tanto así que en el año 53 a.C. durante la batalla de Carras, estos llegaron robarle a los romanos sus estandartes de guerra. Bueno pues tres décadas más tarde, fue Augusto quien las recuperó. Este hecho es tan importante que está esculpido en el centro de la coraza de cuero que protege y viste al emperador en la escultura. Un parto, al que podemos reconocer por su ropa (pantalones en lugar de toga) y barba, le devuelve el estandarte a Roma. Todo esto bajo el amparo de la diosa original, la madre Tierra, y de su esposo Urano (o el Cielo), acompañados del sol y la aurora en los pectorales y Apolo y Diana sobre cada lado de sus caderas.
Pero eso no es todo. Hasta antes de Augusto, los retratos romanos buscaban representar la sabiduría por medio de enfatizar los rasgos que la edad deja en la piel. Pero él no. El nuevo emperador, que habría tenido unos cuarenta y tres años al momento de la fabricación de la escultura original*, decidió representarse de manera idealizada. No solo a través del uso de una escala sobre humana (2,03m), sino joven y perfecto. Hasta la manera en la que está parado (contrapposto) evoca a una escultura griega clásica que también apoya todo el peso de su cuerpo sobre su pierna derecha, mientras que la izquierda reposa suavemente sobre los dedos del pie que tocan el piso sin esfuerzo. La extremidad superior del mismo lado señala con el índice como dando una indicación a sus tropas, marcando la ruta, pero sin molestarse en si quiera abrir los labios para emitir una orden oral, le es suficiente con el gesto. El paludamentum enrollado y colgado de su brazo recuerda su status de gobernante, el delfín hace referencia a su victoria naval contra Marco Antonio y Cleopatra y por último Cupido nos habla de su divina descendencia de Venus a través de Julio César.
Hay cualquier cantidad de arte romano espectacular, pero escogí específicamente esta obra por su calidad de nexo entre su pasado griego y futuro paleocristiano. Aunque ya desarrollaré esto mejor en el siguiente post. Ahora sí, con esto termino: fíjense que esta no solo es una gran obra de arte, sino también verdadera propaganda política que le dijo a los romanos de entonces qué debían creer y por qué. Hay que disfrutar de la belleza que ofrece el arte, pero también ser críticos a la hora de verlo, esto último nos va a dar la capacidad de entender mejor el mensaje que quiere transmitir y si cabe, fijar una posición frente a este.
Para mayor información visita la página oficial de los Museos Vaticanos 👇
*Es probable que la escultura de mármol que se encuentra en los Museos Vaticanos sea una copia contemporánea -de la original en bronce- hecha para la villa de Livia, su esposa.
** Abajo les dejo otros ejemplos de arte de este periodo; de la sede del Museo Nazionale Romano en el Palazzo Massimo, el Metropolitan Museum of Art de Nueva York y la colección privada de J. Paul Getty en su Villa en Malibu (Los Angeles, California).